martes, 20 de febrero de 2018

RETIRO DE CUARESMA 16.17.18 FEBRERO



EL CENACULO


Se  levantó de la mesa” (Jn 13,4)

Mirar desde abajo. ¿Qué es lo que permitía a Jesús ver “el mundo del revés”? ¿Dónde se situaba para ver las cosas de un todo tan diferente del nuestro?  Sabía que el lugar en que estemos situados condiciona nuestra mirada y por eso tomó distancia y adoptó la perspectiva que le permitía percibir otras dimensiones de la vida. En la noche en que iba a ser entregado, realizó un gesto insólito: se levantó  de la mesa distanciándose del lugar reservado a quienes presiden y se situó en el de los que, entonces y ahora, pertenecen a la categoría de “los que sirven”. Desde ese lugar se toca de cerca el barro, el polvo, el mal olor, la suciedad…,  todo eso de lo que los sentados a la mesa creen estar a salvo o sencillamente ignoran y desprecian. A ras del suelo y en contacto con los pies de los demás, se produce un cambio de plano que revela lo elemental de cada persona, su desnudez, las limitaciones de su corporalidad. Y miradas desde ahí, cualquier pretensión de superioridad o dominio se descubre como ridícula y falsa. 

Para la oración
Dedicar un tiempo a tomar conciencia de cómo manejamos los adverbios en nuestras relaciones (más/menos, arriba/ abajo, dentro/fuera… Y nuestros adjetivos: mayor/menor, importante/ insignificante, rico/pobre…) y comparar con el uso que les daba Jesús.

Entrar en el cenáculo y mirar a Jesús levantándose de la mesa, cambiando ese lugar de primacía por el de abajo, mirando la vida y a los suyos desde ese otro lugar y poder lavarles los pies.
  Ponernos junto a él ahí, darnos cuenta de qué cambia en nuestras relaciones cuando nos situamos en esa otra posición…


EL HUERTO

Hágase tu voluntad”  (Mt 26,42)

v  Aprender otro lenguaje.  Lo que traducimos por “voluntad” es un término hebreo que
 designa el sentimiento subjetivo de complacencia, aspiración, deseo, amor, alegría ( la misma raíz que se usa para decir que alguien está enamorado cf Gen 34,19). Y ese componente de “complacencia” se expresa en griego como eudokía:  “parecer bien”, “caer en gracia”, la alegría que el Señor experimenta por su pueblo, el gran amor que siente por su elegido.
 En el Nuevo Testamento, la “voluntad” del Padre (es decir, su amor, su complacencia ,su felicidad)  descansa en Jesús (Mt 3,17;; 17,5; Mc 1,11; Luc 3,32; 2 Pe 1,17). Dios tiene un solo proyecto, una sola voluntad: “hacernos vivir juntamente con Cristo”( Ef 2,5),en “comunidad de vida con él” (1Cor 1,9), “conformes con su imagen” (Rm 8 29). No hay plan prefijado al que ajustarse ni programa que cumplimentar: lo que existe es el deseo de un Dios “a favor nuestro” (Rom 8,31) que quiere que sus hijos vivan y que arriesga su voluntad en la impaciencia de esa espera y en la expectación de un deseo que no sabe de imposiciones ni de amenazas, sino de atracción, seducción y contagio.

v  Recordar que estamos en proceso.  Casi todos los personajes bíblicos presentaron
ante Dios  resistencias,  pretextos y quejas: Moisés (Ex 4,10) Jeremías ( Jer 1,6; 20,14-18), Jonás (Jon 1,3; 4,8-9), Elías (1 Re 19,4) o Pedro( Mt 16,22; 27,69-74). Todos ellos recorrieron, antes que nosotros, el camino que conduce del “no” al “amén”.
La escena del huerto nos sitúa ante el rechazo de Jesús a la muerte, su lucha, su sudor de sangre y su súplica:  “Si es posible, pase de mí este cáliz...”, “el espíritu está pronto pero la carne es débil” (Mt 21,28-31). Nuestro proceso de  vida cristiana consiste en ir  convirtiendo nuestras resistencias en el “amén” que nos hace semejantes al Hijo y eso puede durar toda una vida.

v  Abrirnos a la alegría. “La voluntad de Dios - podría haber dicho Jesús- ,  se parece a
 un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre,  por la alegría, fue y lo vendió todo para comprar aquel campo” (Mt 13,44).  No por voluntarismo, ni por resignación, ni por sometimiento sino “por la alegría”,  por el mismo gozo secreto de saberse en posesión de algo valioso que hacía decir a Jesús: “Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis, hacer la voluntad de mi Padre” (Jn 4,34). Un alimento que produce disfrute, vitalidad, crecimiento, plenitud y alegría.     

v  Pasar del “cumplir” al “adherirnos”. La Biblia emplea con frecuencia el verbo
 dabaq, (estar adherido, pegarse, aferrarse, unirse, arrimarse), que expresa la actitud que Yahvé espera de su pueblo:  “Elige la vida y vivirás tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voluntad adhiriéndote a él pues él es tu vida.”(Dt 30,19).  Se trata de una irresistible atracción que empuja al que se adhiere a no soltarse ni separarse de aquello en lo que le va la vida. Nadie lo dicta desde fuera, es el propio deseo de ser y de vivir lo que  empuja desde dentro, lo que les hace Jesús se arriesgó antes que nosotros:  “no mi nombre, sino el tuyo”, “no mi gloria, sino la tuya...”, “no mi voluntad, sino la tuya...”, “no mi vida, sino la de ellos”...
   Porque la voluntad de Dios  (su complacencia, su aspiración, su amor, su alegría...), su deseo más hondo sobre nosotros, es que nos fiemos plenamente  de que en esa voluntad suya que nos alcanza, todo es gracia.


Para la oración
Entrar  en el huerto y dedicar un tiempo a situarnos junto a Jesús ante el Padre. Tomar conciencia de lo que significa ahora para cada uno “la voluntad de Dios”  y unirnos a Jesús repitiendo con él: “Sí, Padre, hágase tu voluntad…” 

EL MONTE

Amados hermanos y hermanas, Fiat!   «Jesús Nazareno, Rey de los Judíos»: una inscripción puesta prim


EL MONTE
“Se repartieron sus vestidos, echándolos a suertes, para ver qué se llevaba cada uno(Mc 15,24).
Elogio de la desnudez. Una vez Jesús contó la historia de un hombre que, para guardar su cosecha, derribó sus graneros y construyó  otros mayores (Lc 12,18). Era una conducta incomprensible  para él, que  no sabía nada sobre acumular,  guardar o retener y que tenía costumbres  pródigas: dar, perder, dejar, vender, derramar, partir, entregar.
Había nacido a la intemperie para que ninguna barrera le separara de nosotros y para hacer desaparecer cualquier miedo al tocar la carne frágil de un  niño;  murió  fuera de los muros de la ciudad, sin protección ni defensas, porque nada hay tan vulnerable como el costado de un hombre crucificado. Sobre su cruz pusieron un titular malintencionado y equívoco que le arrebataba la verdad de su nombre y le imponía una identidad que nunca pretendió: ser «Rey de los judíos» (Jn 19,19).

EL JARDIN



“He visto al Señor y me ha dicho esto” (Jn 20,18)
“Cuál puede ser hoy nuestra "experiencia pascual"? ; ¿dónde y cómo vivir el encuentro con el Resucitado?; ¿cómo y cuándo pueden hacerse presentes para nosotros la fuerza y la vida que brotan de la Resurrección de Jesús?
Lo verdaderamente decisivo es la conversión a Cristo. Cuando preferimos seguir viviendo "sin interioridad", cerrados a toda llamada, indiferentes a todo lo que pueda interpelar nuestra vida, sin despertar en nosotros responsabilidad alguna, empeñados únicamente en asegurar nuestra pequeña felicidad por los caminos egoístas de siempre, no hay espacio para la experiencia pascual. Casi siempre, hay un momento en la vida en que se hace penoso seguir caminando. Es más fácil instalarse en la comodidad y el conformismo. Asentarse en aquello que nos da seguridad, y cerrar los ojos a todo aquello que exija decisi6n y generosidad. Pero entonces, algo muere en nosotros. Ya no vivimos desde ningún impulso creador. Es la moda, la comodidad, la rutina o "el sistema" el que vive en nosotros. Hemos renunciado a nuestro propio crecimiento.  ¡Cuántos hombres y mujeres se instalan así en la mediocridad, renegando de las aspiraciones más nobles y generosas que surgen en su corazón ... ! Su existencia queda paralizada. Viven "junto a lo esencial", impermeables a lo que podría introducir una nueva dinámica en sus vidas.