YA
BREVE HISTORIA
Breve porque es imposible recoger
en pocas líneas lo que ha sido entrega diaria de la vida de unas personas desde
el verano de 1974, que consideramos el momento fundacional de esta Comunidad,
cuando en su segunda Asamblea General tomó el actual nombre de
Misión‑Juventud.
Queda entonces claro para el núcleo de 6 personas
consagradas que procedían de la época anterior, entre ellas dos sacerdotes ya
entonces ordenados, y para el grupo de matrimonios y jóvenes de Madrid y de
Zaragoza que se incorporan, que se quiere:
"hacer un mundo más según
Dios"
- y "comunicar la fe en
Jesús de Nazaret"
- como "comunidad
seglar" es decir sin apartarse de la vida de los demás
hombres,
- empeñados en la formación de
auténticos "hombres y mujeres jóvenes nuevos",
- "actuando sobre los
problemas reales de la juventud",
- y favoreciendo especialmente
entre los laicos la "consagración a Dios".
Esas afirmaciones de la propia
identidad han sido reformuladas y ampliadas sucesivamente en estos 30 años,
desde la vida de las personas que se han ido integrando en la Comunidad. En este
momento con núcleos en Zaragoza, Madrid y Sevilla, erigida como Asociación
Pública de Fieles en esas tres diócesis, y con las Constituciones actualizadas
desde 1988.
La historia viva es la que escriben cada día las
personas con su quehacer diario. Es historia de salvación si la aportación de
las energías propias colaboran a la construcción de las personas y del bien
común. El creyente, que para eso no cuenta con recursos diferentes que los
demás, acude al alimento que es su fe en Jesucristo como único Señor.
La Comunidad cristiana es el
encuentro de esos creyentes que buscan en común ser dóciles a la voluntad de
Dios.
Así, lo que la Comunidad Misión‑Juventud hace no es
tanto "obras" (que son solamente medios) cuanto dar testimonio, en medio de la
cotidianidad, que es posible una vida diferente. Y especialmente entre la
juventud que en este comienzo de siglo vive en mayor desconcierto.
Por eso es tan importante el modelo
de referencia que sea para los jóvenes una familia no consumista, un educador
entusiasta, un cargo honrado, una madre de familia que no se encierra en su rol,
un trabajador competente, un joven esperanzado, un enfermo alegre,...
La entrega de las personas de la Comunidad ha creado
numerosas iniciativas, pero todas ellas no tendrían sentido sin lo dicho.
Así, las asociaciones juveniles y actividades que en
los barrios de grandes ciudades cumplen la labor preventiva y dan oportunidad a
los jóvenes de salir de la miseria, de la incultura, del fracaso
vital...
La hermosa tarea educativa que va más allá de lo que
puede ofrecer la enseñanza reglada, que se va haciendo al hilo de las
necesidades reales de los jóvenes: talleres, escuelas de animación o de
voluntariado, cursos y grupos de formación y crecimiento...
Y en último término la evangelización explícita para
aquellos jóvenes que lo piden, a través de los cauces eclesiales como la
pastoral de jóvenes organizada en las Diócesis.
Además de en sus Constituciones, Misión Juventud tiene
expresado su pensamiento en documentos como el Credo y el Proyecto
educativo.
Hoy, unas 60 personas de diversas edades, de diverso
estado de vida y condición social, de los tres núcleos que se ha hablado, y sin
apartarse de las condiciones normales de vida de los que les rodean, pero
convocados al seguimiento de Jesús para transformar lo que a ellos mismos les
alienta de lo mejor de su ser personas e hijos de Dios, intentan así ser
testigos del Reino.
Y especialmente entre los jóvenes más necesitados, desde
una Iglesia que (como dicen en el Credo al definir su lugar en la Iglesia) sea
pobre y humilde, al servicio de los pobres, solidaria, comunitaria y
ministerial, que ora y celebra, para ser misionera.
En ellos, como en tantos hombres de buena voluntad, se
ve el valor de una historia que continúa y se sostiene entre el quehacer humano
y el misterio actuante del Dios vivo.