jueves, 19 de marzo de 2020

APRENDIZAJES NUEVOS


Monasterio de Huerta: del silencio recogido a posible hospital en guardia



 Parte del monasterio cisterciense de Huerta.-COMUNIDAD CISTERCIENSE
P. P. S.19/03/20
El silencio que se respira en el monasterio de Santa María de Huerta suena ahora atronador en la distancia. La comunidad cisterciense que habita el monasterio pone a disposición las camas de su hospedería ante una posible emergencia sanitaria de falta de camas, en respuesta al llamamiento realizado por la Subdelegación del Gobierno a través del Ayuntamiento de la localidad. “Si fuera necesario aquí están”, dice el abad, Isidoro María Anguita.
También en están a la espera las 170 camas de la casa de acogida de las religiosas del Sagrado Corazón, situada asimismo en Huerta. Una de las cinco casas de acogida que tiene la orden en todo el país.
La medida se adopta en previsión de que se puedan necesitar camas al margen de las existentes en los centros hospitalarios. “Nos han comunicado que pueden necesitarse camas y que se estaban pidiendo  a distintas instituciones”, apunta el prior, al frente de una comunidad de frailes de la orden del cister, entre los cuales también hay ancianos.
La comunicación llegó por vía telefónica a través del alcalde de Huerta, Juan Pascual Ballano, que hizo llegar al convento la petición de la Subdelegación del Gobierno, según la citada fuente.  
El monasterio cisterciense dispone de una hospedería con una veintena de camas. Hay un total de 17 habitaciones, tres de ellas dobles aunque la mayoría de las individuales se pueden adaptar. Todas ellas disponen de baño propio, según informa la web del monasterio.
Unas instalaciones cerradas ahora a cal y canto “ya antes de que se decretase el estado de alarma. Por prudencia decidimos cerrarla porque se veía venir”, apunta el responsable de la comunidad, alterada en parte por la situación que ha generado la pandemia. Al igual que el resto de templos, el de Huerta se encuentra cerrado al culto y al turismo, tal y como estableció la Diócesis de Osma Soria.
Fundado en el siglo XII y declarado Monumento Nacional en 1882, el monasterio cisterciense de Huerta atrae a muchos turistas. Dispone de una tienda en la que se venden productos que elaboran los propios monjes, como mermeladas y dulces, establecimiento también cerrado desde el pasado sábado.
Entre los 18 monjes que residen en el convento se encuentra estos días un monje de la orden que habitualmente reside en el monasterio de Midelt, en Marruecos, José Luis, quien no ha podido regresar al país como consecuencia de la situación y el cierre de fronteras, por lo que “debe permanecer más tiempo entre nosotros”, según fuentes de la comunidad.
Por lo que respecta a la casa de acogida de las monjas del Sagrado Corazón, también en Huerta, fuentes del convento indican haber recibido la misma comunicación para poner a disposición las camas del centro, con una capacidad mucho mayor que la del monasterio. La casa de acogida tiene 170 camas pero el servicio de hospedaje está clausurado también desde el fin de semana.
A través de la Casa General de Madrid, las monjas de Huerta también ponen a disposición estas instalaciones junto al convento, atendidas por personal ajeno a las religiosas. “Aquí suele venir mucha gente, grupos de hasta 70 y 100 personas”, indica una de las cinco religiosas que residen en el centro.
Todas tienen más de 80 años y, a diario, con la excepcionalidad impuesta por el coronavirus, mantienen un contacto estrecho con los vecinos de Huerta. A este centro acuden todos los veranos grupos de reclusas a pasar una estancia temporal con sus hijos.
Hay 18 habitaciones dobles y 27 individuales con baños, además de un ala de la casa que cuenta con 62 habitaciones con baños compartidos, tres dobles, seis habitaciones triples y 38 individuales, según fuentes de la orden.
Tanto la comunidad cisterciense como las religiosas del Sagrado Corazón cumplen a rajatabla la orden del estado de alarma y se mantienen en su casa. “Nosotras lo tenemos más fácil por nuestra vida”, cuenta una religiosa.
Mientras, entre las paredes del monasterio, el silencio “es intenso de normal. Y estos días con un plus”, confiesa Isidoro María Anguita.