Monasterio de Huerta: del silencio recogido a posible hospital en guardia
La Subdelegación pide las camas de la hospedería cisterciense y las de la casa de acogida
del convento del Sagrado Corazón de Huerta ante una posible situación de
urgencia
Parte del monasterio cisterciense
de Huerta.-COMUNIDAD CISTERCIENSE
P. P. S.19/03/20
El silencio que se respira en el monasterio de Santa María de Huerta suena
ahora atronador en la distancia. La comunidad cisterciense que habita el
monasterio pone a disposición las camas de su hospedería ante una posible
emergencia sanitaria de falta de camas, en respuesta al llamamiento realizado
por la Subdelegación del Gobierno a través del Ayuntamiento de la localidad.
“Si fuera necesario aquí están”, dice el abad, Isidoro María Anguita.
También en están a la espera las 170 camas de la casa de acogida de las
religiosas del Sagrado Corazón, situada asimismo en Huerta. Una de las cinco
casas de acogida que tiene la orden en todo el país.
La medida se adopta en previsión de que se puedan necesitar camas al margen
de las existentes en los centros hospitalarios. “Nos han comunicado que pueden
necesitarse camas y que se estaban pidiendo a distintas instituciones”,
apunta el prior, al frente de una comunidad de frailes de la orden del cister,
entre los cuales también hay ancianos.
La comunicación llegó por vía telefónica a través del alcalde de Huerta,
Juan Pascual Ballano, que hizo llegar al convento la petición de la
Subdelegación del Gobierno, según la citada fuente.
El monasterio cisterciense dispone de una hospedería con una veintena de
camas. Hay un total de 17 habitaciones, tres de ellas dobles aunque la mayoría
de las individuales se pueden adaptar. Todas ellas disponen de baño propio,
según informa la web del monasterio.
Unas instalaciones cerradas ahora a cal y canto “ya antes de que se
decretase el estado de alarma. Por prudencia decidimos cerrarla porque se veía
venir”, apunta el responsable de la comunidad, alterada en parte por la
situación que ha generado la pandemia. Al igual que el resto de templos, el de
Huerta se encuentra cerrado al culto y al turismo, tal y como estableció la
Diócesis de Osma Soria.
Fundado en el siglo XII y declarado Monumento Nacional en 1882, el
monasterio cisterciense de Huerta atrae a muchos turistas. Dispone de una
tienda en la que se venden productos que elaboran los propios monjes, como
mermeladas y dulces, establecimiento también cerrado desde el pasado sábado.
Entre los 18 monjes que residen en el convento se encuentra estos días un
monje de la orden que habitualmente reside en el monasterio de Midelt, en
Marruecos, José Luis, quien no ha podido regresar al país como consecuencia de
la situación y el cierre de fronteras, por lo que “debe permanecer más tiempo
entre nosotros”, según fuentes de la comunidad.
Por lo que respecta a la casa de acogida de las monjas del Sagrado Corazón,
también en Huerta, fuentes del convento indican haber recibido la misma
comunicación para poner a disposición las camas del centro, con una capacidad
mucho mayor que la del monasterio. La casa de acogida tiene 170 camas pero el
servicio de hospedaje está clausurado también desde el fin de semana.
A través de la Casa General de Madrid, las monjas de Huerta también ponen a
disposición estas instalaciones junto al convento, atendidas por personal ajeno
a las religiosas. “Aquí suele venir mucha gente, grupos de hasta 70 y 100
personas”, indica una de las cinco religiosas que residen en el centro.
Todas tienen más de 80 años y, a diario, con la excepcionalidad impuesta
por el coronavirus, mantienen un contacto estrecho con los vecinos de Huerta. A
este centro acuden todos los veranos grupos de reclusas a pasar una estancia
temporal con sus hijos.
Hay 18 habitaciones dobles y 27 individuales con baños, además de un ala de
la casa que cuenta con 62 habitaciones con baños compartidos, tres dobles, seis
habitaciones triples y 38 individuales, según fuentes de la orden.
Tanto la comunidad cisterciense como las religiosas del Sagrado Corazón
cumplen a rajatabla la orden del estado de alarma y se mantienen en su casa.
“Nosotras lo tenemos más fácil por nuestra vida”, cuenta una religiosa.
Mientras, entre las paredes del monasterio, el silencio “es intenso de
normal. Y estos días con un plus”, confiesa Isidoro María Anguita.
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