Cuando la Semana Santa se convierte en un hogar. Santa María de Huerta
Publicado el 10.04.2015
Desde el año 2000, decenas de personas
celebran la Pascua de Familias de Huerta
JUAN LUIS REVUELTA. Fotos: CARLOS MARTÍN | Tarde
de Miércoles Santo. Desde primera hora, como sucede desde hace quince años, van
llegando las familias a la Casa de Espiritualidad del Sagrado Corazón, en Santa
María de Huerta (Soria), para celebrar juntos la Semana Santa. La Pascua de Familias de Huerta se
inició en el año 2000 por el impulso de la religiosa del Sagrado Corazón de
Jesús Dolores Aleixandre.
Entonces, jóvenes y adultos disponían de oportunidades de retiro en Semana
Santa, pero no existía la posibilidad de que las familias compartieran de esta
manera y en un mismo lugar el recuerdo de la muerte y resurrección de Jesús.
Afortunadamente, hoy Huerta no es ya “la” Pascua de
familias. Ha abierto franquicia, como dice
su fundadora con su fino sentido del humor, en Villafranca de los Barros
(Badajoz).
Este año, de las 32 que participan, cerca de un 90%
son repetidoras, y no por falta de aprovechamiento en
años anteriores. El Reino de Jesús no es de este mundo: bancos o aseguradoras
querrían para sí cifras de fidelidadparecidas. Por eso –aunque no solo–, esta es una tarde de júbilo por el
reencuentro y también por la callada excitación de quienes acuden por primera
vez, deseosos de cumplir sus expectativas.
El ambiente de la Pascua no es solo de serenidad, también lo es de
libertad. El objetivo de estos días es permitir un
doble recorrido: el de la Cruz y el que conduce al interior de cada uno. El acceso a este suele estar bloqueado en nuestra vida diaria. Trabajo,
familia, obligaciones, idas y venidas mantienen nuestra mirada en el exterior y
andamos desgobernados, perdiendo a cada paso la pista de Jesús. Por eso es tan de
agradecer que cada cual pueda encontrar su propio ritmo y pautarse las dosis de
Pascua que va requiriendo.
La convivencia es uno de los rasgos de esta Pascua que destaca Dolores: los niños pueden compartir con sus familias una
experiencia de fe, tienen la ocasión de apreciar cómo la viven sus padres y no
son meros espectadores. Como subraya Pedro Barquero, uno de los organizadores con más solera, “la fe se transmite por contagio, y aquí los niños tienen la oportunidad de
contagiarse y de que esta forma de vivir la fe
en comunidad vaya calando en ellos”.
En el nº 2.936 de Vida Nueva
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